jueves, 4 de noviembre de 2010

REIVINDICAR LAS DIFERENCIAS: CONSIDERACIONES ACERCA DE “MY NAME IS KHAN”



Gonzalo Gamio Gehri


Rizwan Khan es un joven musulmán de origen indio que padece una forma de autismo que compromete sus habilidades sociales y la expresión, digamos, “clara” o “convencional” de sus sentimientos. Vicisitudes de la vida familiar lo llevan a abandonar la India y a viajar a San Francisco, donde logra conquistar – en circunstancias particularmente conmovedoras – a una bella joven hindú que trabaja en una peluquería y que tiene un niño. Los sucesos del 11 de septiembre llevan a Khan y su familia a una aguda crisis, motivada por un sentimiento anti-islámico desatado por un sector de la opinión pública en el corazón mismo de los Estados Unidos. El niño al que Khan quiere como un hijo muere víctima de un crimen de odio en las instalaciones de su propia escuela. Esta pérdida suscita la separación de la pareja; en medio de la confusión y la tristeza, Khan cree entender que sólo podrá recuperar el amor de la joven si enfrenta al presidente estadounidense y le manifiesta que no es un terrorista. Esta misión lleva a Khan a diferentes puntos del país por ejemplo a Georgia, sumida en terribles inundaciones. Es capturado y torturado - siendo sindicado como terrorista -, confronta y desenmascara a extremistas islámicos en el seno mismo de una mezquita. Su búsqueda del presidente es indesmayable.

Este es el argumento de My Name is Khan (2010), escrita y dirigida por Karan Sohar. Se trata de una película india entrañable y lúcida. La trama, las actuaciones y el manejo de los escenarios son notables. La cinta nos habla de la intolerancia cultural, el racismo, la discapacidad y lo que las personas pueden hacer por amor con una sencillez y profundidad realmente conmovedoras. Se trata de una persuasiva reivindicación del valor de las diferencias – en tanto éstas no son, como sugieren no pocos políticos conservadores del Hemisferio norte, factores de “debilitamiento del espíritu” ni un síntoma de condescendencia frente a quienes no buscan integrarse, sino genuinas formas de valoración y realización humanas – que merece ser examinada en tiempos en que se sostiene de una manera categórica (y sin duda discutible) que “el enfoque multicultural ha fracasado”. Esta tesis se ha convertido en el núcleo de una relevante controversia en Europa, particularmente en Alemania. Académicos progresistas como Jürgen Habermas han manifestado ya su preocupación frente a la posibilidad de que esta clase de presuposiciones propicie el retorno de viejos esquemas de violencia cultural.

Esta película pone de manifiesto una inquebrantable fe en los seres humanos y en la victoria sobre el odio; pretende alejarnos del engañoso "realismo" de quienes aseguran que no es posible el encuentro genuino de personas que habitan sistemas de creencias diferentes y que han conocido la violencia por motivos religiosos o raciales. My Name is Khan plantea las cosas desde un ángulo diferente, saludablemente crítico y notablemente inspirador. Ninguna dificultad – ni siquiera una aparente barrera permanente, como el propio Síndrome de Asperger – puede bloquear de manera definitiva una auténtica comunicación interhumana, cuando la fuente de ésta reside en la solidaridad y el amor.

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