lunes, 28 de mayo de 2012

EL HOMBRE QUE NO ENTENDÍA LAS SEÑALES (ROSA MARÍA PALACIOS)




Rosa María Palacios

Había una vez un hombre muy piadoso que vivía junto a un río. Un día comenzó a llover mucho. Por televisión y radio le avisaron que debía dejar su casa ante el peligro de una inundación. El hombre pensó “no es necesario, tengo fe y Dios no permitirá que nada me ocurra”. Horas después un policía le tocaba la puerta y le ofrecía evacuarlo en su patrullero. El hombre se negó y alegó que Dios vería por él. Al final de la jornada, desde la última ambulancia que abandonaba el pueblo ya desierto, lo instaban a escapar, pero el hombre insistió “váyanse ustedes, Dios verá por mí, gente de poca fe”. Finalmente, el río inundó la casa, el hombre se refugió en el techo y un helicóptero vino a rescatarlo. Firme en sus principios, se negó a la ayuda agitando los brazos desde el tejado. Como era previsible, la inundación se llevó a la casa y el hombre se ahogó. Muy molesto llegó al cielo y le dijo a Dios: “Yo tuve fe, confié en ti, ¿por qué me abandonaste?” Y Dios, que tiene infinita paciencia, le dijo: “Te mandé un aviso por televisión y por radio, un patrullero, una ambulancia y un helicóptero ¿qué fue lo que no entendiste?”
Creo que ya he contado esta historia, pero la he recordado mucho en estos días en que Monseñor Cipriani se enfrenta, lamentablemente una vez más, a la sensatez. Como el hombre del río, tiene una gran fe, pero sus decisiones no son las correctas. ¿Tiene derecho a tomarlas? Por supuesto. Eso no está en discusión. Tal como el hombre del río. El problema es que dentro de la casa está toda su diócesis y no toda quiere ahogarse con él.
No se sabe, oficialmente, por qué sancionó al Padre Garatea. Lo que sí sé, es que, si la causa es injusta, Monseñor le ha garantizado un sitio al sacerdote al lado de Nuestro Señor Jesucristo, quien es generoso en sus promesas a los que sufren. ¿Qué mayor premio que ese para un sacerdote fiel? Yo entiendo el silencio y la obediencia del castigado en ese sentido.
El Padre Garatea no ha dicho o hecho nada que sea un “reiterado rechazo a la doctrina de la Iglesia” como manda el canon. Sólo ha expresado unas ideas caritativas para con algunos de sus hermanos pecadores, las cuales, sacadas de contexto, pueden usarse para perseguir a un inocente, como lo hicieron con Jesús los maestros de la ley. “Nosotros le hemos oído decir” es la fórmula que San Marcos consigna en la pasión. Es parecida a la que usan los defensores de las formas, los mismos que han errado al comparar a nuestra Iglesia universal, con un club exclusivo donde lo único que importa son las reglas. ¿Eso no era lo que hacían los fariseos? ¿Dónde queda el amor de Dios?
Solo pido, cuando rezo, rectificación. No solo por el bien del Padre Garatea, cuyo sacrificio podrá ser premiado por Dios, sino, y sobre todo, por el bien de Monseñor y de toda nuestra Iglesia. El daño está hecho, pero aún el Señor puede rescatar a su pastor. Eso será sólo si éste entiende que ya sólo le queda el helicóptero.

1 comentario:

Amma Sinclética dijo...

Publiqué un nuevo artículo sobre las palabras del Padre Garatea a la luz del Concilio Vaticano II:

http://sofiatudela.blogspot.com/2012/05/el-padre-gaston-garatea-ha-contradicho.html