miércoles, 5 de diciembre de 2012

DÓXA. UNA NOTA SOBRE "LA ILIADA"



Gonzalo Gamio Gehri

Dóxa es “opinión”, pero también “gloria”.  Ella nos remite a la constelación de fines y valoraciones que fue en su día el mundo homérico. Un mundo en el que la valía y la realización humana se ponían de manifiesto en el campo de batalla. La guerra de Troya se nutrió de la sangre de los reyes guerreros en tiempos en los que el mundo occidental era todavía joven. Nuestro mundo, a su vez, se ha nutrido de la memoria de esos héroes.  La concepción agónica de la vida que describe La Iliada  constituye la más antigua y primitiva expresión de ética.
Las diferentes formas de excelencia brotaban del esfuerzo en la lucha. En tiempos de espíritus violentos, en los que la guerra constituía el modo básico de lidiar con la inseguridad y con la escasez de recursos, la victoria (níke) era la forma de mantener viva a la comunidad. No obstante, no siempre la victoria podía ser alcanzada. La superioridad del enemigo, la debilidad de las propias huestes, o el veredicto de los dioses podía acarrear un destino adverso. Pero, con todo, el guerrero podía – incluso ante la certeza de una inminente derrota – aspirar al logro de un preciado bien: la perspectiva de una muerte honorable – muerte de espada - y la conquista del  imborrable recuerdo de los suyos.
Hannah Arendt ha señalado acertadamente que la única inmortalidad a la que pueden acceder los seres humanos es aquella que confiere el recuerdo.  Mientras los guerreros se reúnan alrededor del fuego rememorando mis hazañas, entonces no habré muerto del todo, pensaban los espíritus forjados en la fragua de Homero.  Todos los seres humanos van a morir – la fecha de la propia muerte permanece desconocida, pero cada día falta menos para que el plazo se cumpla inexorablemente -, lo que le otorga sentido a la vida del guerrero es cómo se vive y cómo se muere, más allá del resultado del combate. Morir con la espada en la mano y el corazón encendido, enfrentando al enemigo en el día postrero. La Iliada es un canto a esa forma de vida. Se dice que Aquiles pudo elegir entre vivir una vida larga y próspera – pero anónima -, y llevar una vida corta pero gloriosa. No dudó en abrazar la segunda. Y, qué duda cabe,  logró trascender la propia existencia física.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro, ahora lo vi contemplar por última vez y con cierto rostro meditativo al grupo de sus alumnos de Cultura de paz, 2012 - 2, en el cual me incluyo. ¿Se estaba despidiendo mentalmente, acaso? Gracias por todo lo compartido con nosotros.

Gonzalo Gamio dijo...

No es una despedida, estimado amigo. Ha sido un muy buen grupo y un buen curso. Gracias a ti y a tus compañeros. seguiremos conversando sobre estos temas, definitivamente.

Un abrazo,
Gonzalo.