martes, 29 de octubre de 2013

SOBRE TRADICIONES, DOGMATISMO E INTERPRETACIÓN. UNA BREVE NOTA



Gonzalo Gamio Gehri


Muchos intelectuales han sindicado al integrismo – tanto en su versión trisbalista, religiosa y secular - como una posición que mina peligrosamente el ejercicio de las libertades básicas de las personas, en particular aquellas que entrañan el ejercicio del pensamiento crítico, la formación del juicio y la expresión de opinión. En circunstancias extremas, este tipo de perspectivas ideológicas incluso invoca el uso de la fuerza para reprimir otros modos de concebir las cosas, aún dentro de la propia comunidad, no sólo fuera de ella. Intentaremos mostrar que el integrismo malinterpreta la noción de tradición, degradando su potencial reflexivo.

La tradición se define en virtud de un movimiento hermenéutico que implica a la vez la  producción y la práctica de la reflexión crítica. Traditio es un concepto originalmente jurídico latino que alude al hecho de recibir algo en propiedad. En términos espirituales, recibir un legado equivale a recoger creativamente una manera de pensar y percibir el mundo y sus sentidos. Como en la figura legal, se recibe una herencia para hacer uso de ella o para hacerla producir. Del mismo modo, se recibe un conjunto de creencias y valoraciones para ponerla en práctica y para someterla al trabajo de la interpretación. Asumir una tradición y convertirse plenamente en miembro de una comunidad constituyen dos caras de una misma moneda. Ser parte de una comunidad supone ser un interlocutor lúcido en el horizonte de las tradiciones. Traditio viene de tradere, del acto de “entregar” y, en general, del acto de llevar y traer algo. Alude en ese sentido al oficio de Mercurio (o Hermes), el dios mensajero, que es el patrono de las comunicaciones y del flujo de la interpretación. Adquirir una tradición implica ingresar en la dinámica de ofrecer y acoger razones para conducir la vida en una cierta dirección.

La lectura integrista de la tradición distorsiona gravemente el concepto mismo de traditio. Otorga al sistema de creencias una incorrecta sensación de inmovilidad y de autoritarismo. Ningún credo puede erigirse sin más como un valor que pueda sofocar sin más la libertad y el ejercicio de la razón práctica a los que pueden invocar las personas. Ser un agente implica cultivar la capacidad de discernir y elegir cursos de acción y fines vitales que consideramos justificadamente valiosos, aún en contra del parecer de la mayoría o de sus representantes. Deliberación y elección son actividades que, de una manera u otra, llevamos a cabo en interacción con otros. Una “vida examinada”, lejos de socavar el trasfondo espiritual de la vida común, convierte a la propia comunidad en un foro de discusión y crítica sobre aquello que verdaderamente tiene significación para la vida.


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