domingo, 20 de abril de 2014

CAPTURAR EL INSTANTE: LA IMPORTANCIA DE LOS VÍNCULOS







Gonzalo Gamio Gehri

La Semana Santa es una festividad de nos brinda la oportunidad de recordar la importancia de los vínculos humanos, los vínculos que brindan un significado a la vida. Son los vínculos con las personas, y no con las cosas (incluidas el dinero y el poder) lo que constituye fuente de sentido. El cristianismo es una religión de amor y de justicia, que encuentra el horizonte de sentido en las conexiones más profundas entre los seres humanos.

Estuve viendo nuevamente Meet Joe Black  (1998) y la película me situó de manera imprevista en esa tensión extraña entre finitud y trascendencia. William Parrish es un hombre mayor y un empresario próspero que sabe que morirá esa noche, la noche de su cumpleaños. La muerte está a su lado. Ella ha tomado provisionalmente el cuerpo de un muchacho, porque ha decidido transitar furtivamente por el mundo de los seres humanos, pero ha llegado la hora de partir. Ha conocido el amor de una manera que no había podido prever, pero ha llegado el último día de su estancia mundana. Los dos contemplan maravillados los juegos pirotécnicos que iluminan el cielo, como el último instante de su viaje por la tierra. Intentar retener el instante, coomo en el Fausto. Ambos coinciden en que soltar la vida es el acto más difícil.

William ha tratado de dejar sus cosas en orden, hablando con las personas que más quiere. Dos cuestiones fundamentales animan sus acciones. Sabe que su existencia está llegando a su fin – al menos tal y como él la conoce – y siente que debe despedirse, y que acaso debe hacerlo cara a cara. La muerte está a la vuelta de la esquina. Decir lo que tiene que decir, dejar muy en claro cuánto quiso a las personas que quiso, para darle un poco de paz a su corazón y a sus seres queridos, aunque ellos no sepan que no lo volverán a ver. Es un acto de amor, a su juicio. El otro asunto es el de la enorme importancia de los vínculos sustanciales – amor y amistad – en la vida. Son lo que le ha dado sentido a su existencia, y eso es finalmente se llevará allí adonde vaya. No es su empresa, ni el dinero, ni el prestigio ni el bullicio de la fiesta lo que se llevará consigo. Es el amor – en todas sus manifestaciones auténticas – que se ha podido entregar y recibir. Nada más. El cariño de la gente que merece la pena y que habita sus pensamientos. Lo sabe perfectamente. Por eso mirar por última vez a las personas que le importan y dirigirles una palabra es a la vez un acto de afecto y de justicia. Constituye un esfuerzo final por darle a cada persona y a cada cosa el lugar que le corresponde en el complejo torrente de la vida. Por eso es importante cuidar los vínculos. Porque sólo podemos identificar la trama del curso de la propia existencia, como sugiere la Ética a Nicómaco,  cuando ésta está por concluir.

Se trata de una situación aleccionadora y profundamente conmovedora, en clave religiosa o en clave existencial. La vida puede ser flor de un día, como esos fuegos artificiales que contemplan – atónitos – ambos personajes. Bill Parrish lo sabe bien, pues ha sido el tema central del discurso de agradecimiento que pronunció antes de soplar sobre sus sesenta y cinco velas. Esos años han sido sólo un suspiro para él. No sabemos si trascenderemos, pero al menos es posible discernir qué tiene sentido y qué no. Los sentimientos realmente humanos parecen tener la respuesta, pues ellos te humanizan. Donde está tu corazón, está tu verdadero tesoro.



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